El proceso de crecimiento de la Hinchada de Alianza Lima se inicia con la fundación misma del club en 1901. Serían los familiares y amigos de los fundadores, junto a los vecinos de la calle Cotabambas los primeros en sonreír con los triunfos y apenarse con las derrotas. Este embrión que fue desarrollándose hasta tener forma de pueblo adquirió alma y conciencia, voz y pasión con Quintín quien contagiaría a todos aquellos que pudieron conocerlo y oírlo en los canchones donde se presentaba el Sport Alianza. Cesar Miró en su libro "Los Íntimos de la Victoria" dice de él: "Fanático del club, el hombre que lo seguía a todas partes, símbolo y síntesis de lo que ahora se conoce con el nombre de 'hincha', que es palabra argentina y no se usaba en esos tiempos. Quintín, así a secas, encarnaba el espíritu de la pasión deportiva. Compartió los triunfos del club y alguna vez, en las derrotas, su rostro debió tener la expresión de don Quintín el amargao".
Esta pasión sería recogida por hinchas que poblarían luego los tablones del viejo Estadio Nacional. Sus nombres se harían celebres posteriormente. Uno de ellos seria Andrew de quien la revista Variedades en su edición Nº 1181 del 22 de octubre de 1930 dice "el hombre que quiere a Alianza más que a sí mismo, el mayor simpatizante de ese equipo". Otro nombre que ya forma parte de la leyenda es la Mamita Rosa, inmortalizada en el vals homónimo que en su letra dice: "Mamita Rosa de Alianza Lima, no te veremos en las tribunas de norte y sur, fuiste testigo de mil victorias y las derrotas de Alianza Lima cuadro campeón" No podemos dejar de mencionar a la negra Tilín, quien era capas de agarrar a tacazo limpio a aquel que osara burlarse de su club querido.
Así como ellos, miles de apasionados y anónimos aliancistas se hicieron celebres en las tribunas, unos más, otros menos, como aquellos hinchas que se dice formaron una barra en los años sesenta, pero que no perduró. Solo se conoce esto por tradición oral. No se sabe quienes la conformaban, ni que era lo que hacían o en que tribuna exactamente se ubicaban.
El merito de ellos y los anteriores
estuvo en que mantuvieron el espíritu de fidelidad hacia el club que años después sería recogido por unos muchachos hasta entonces, desconocidos.
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